El Cocay (luciernaga): cómo ganó su luz

(12 2023) El cocay es el nombre maya de luciernaga. Los mayas saben cómo este insecto creó su luz. Se cuenta, que había un señor en el Mayab que todos querían porque podía curar las enfermedades. Cuando los enfermos iban con él, sacaba una piedra verde del bolsillo, las tomaba entre sus manos y susurraba algo. Suficiente para curar el mal.

Pero una mañana, el señor salió a pasear, de pronto unas nubes negras se apoderaron del cielo y cayó un gran aguacero. El Señor salió corriendo y no se dio cuenta que su piedra se le salió del bolsillo.

Al llegar a su casa había una mujer para pedirle que sanara a su hijo. Buscó su piedra y vio que no estaba. Preocupado mandó a reunir varios animales. Pronto llegó el venado, la liebre, el zopilote y el cocay. Muy serio el señor les dijo: -Necesito su ayuda, perdí mi piedra verde en la selva y sin ella no puedo curar. Uds. mejor que nadie sabe los caminos, las cavernas y los rincones de la selva. Busquen ahí mi piedra quien la encuentre será premiado.

La piedra milagrosa estaba perdida

Al oír estas últimas palabras, los animales corrieron en busca de la piedra verde. Mientras, el cocay, que era un insecto muy empeñado, volaba despacio y se preguntaba una y otra vez: —¿Dónde estará la piedra? Tengo que encontrarla, solo así el señor podrá curar de nuevo. 

Y aunque el cocay fue desde el inicio quien más se ocupo en la búsqueda, el venado encontró primero la piedra. Al verla tan bonita, no quiso compartirla con nadie y se la tragó.

—Aquí nadie la descubrirá— se dijo—A partir de hoy, yo haré las curaciones y los enfermos tendrán que pagarme por ellas. Pero en cuanto pensó esas palabras, el venado se sintió enfermo, le dió dolor de panza tan fuerte que tuvo que devolver la piedra (lo vomitó) luego huyó asustado.

Entre tanto el cocay daba vueltas por toda la selva, se metía en los huecos, en los rincones en las hojas y plantas. No hablaba con nadie sólo pensaba en que lugar estaría la piedra verde. Los animales que habían iniciado la búsqueda ya se habían cansado, está no aparecía. El zopilote volaba alto y no alcanzaba ver el suelo, la liebre corría muy aprisa sin ver a su alrededor y el venado no quería saber nada de la piedra, así que el único que buscaba era el cocay. 

Después de horas de meditar sobre el paradero de la piedra, el cocay sintió un “chispazo” de luz en su cabeza. En ese momento tuvo luz propia.

—¡Ya se dónde está!— gritó feliz, había visto en su mente el lugar en que estaba la piedra. Voló de inmediato hacía allí y aunque al principio no se dio cuenta, luego sintió cómo una luz salía de su cuerpo e iluminaba su camino. Muy pronto halló la piedra y más pronto se la llevó a su dueño.

—Señor, busque en todos los rincones de la selva y por fin di con la piedra—le dijo el cocay muy contento, al tiempo que su cuerpo se encendía. Se sentía emocionado.

—Gracias cocay— le contestó el Señor- veo que tú mismo has logrado una recompensa. Esa luz que sale de ti, representa la nobleza de tus sentimientos y lo brillante de tu inteligencia. Desde hoy te acompañará siempre para guiar tu vida.

La liebre quería la luz para hacerse un collar

El cocay se despidió muy contento y fue a platicarle a los animales lo que había pasado. Todos lo felicitaron por su nuevo don, menos la liebre que sintió envidia de la luz del cocay y quiso robársela.

—Esa chispa me quedaría mejor a mí ¿qué tal se me vería mejor en un collar?— pensó la liebre.

Así para lograr su deseo, espero que el cocay se despidiera y comenzó a seguirlo por el monte.

— ¡Cocay! Ven, enséñame tu luz—le gritó al insecto cuando estuvo seguro de que nadie lo veía.

—Claro que sí— dijo el cocay y detuvo su vuelo. 

Entonces, la liebre aprovecho y ¡zas! Le saltó encima. El cocay quedó aplastado bajo la panza y ya no podía respirar cuando la liebre empezó a saltar de un lado a otro, porque  creía que el cocay se había escapado. El cocay empezó a volar despacio para esconderse de la liebre. Ahora fue él quien la persiguió un rato y en cuanto la vio distraída, quiso desquitarse. Entonces, voló arriba de ella y se puso encima de su frente, al mismo tiempo que se iluminaba. La liebre se llevó un susto terrible, pues creyó que le había caído un rayo en la cabeza y s estaba quemando, aunque brincaba, no podía apagar el fuego, pues el cocay seguía volando sobre ella. 

En eso llegó hasta a un cenote y en su desesperación creyó que lo mejor era echarse al agua, solo así evitaría que se quemara la cabeza. Pero en cuanto saltó, el cocay voló lejos y desde lo alto se rió mucho de la liebre, que trataba de salir del cenote toda empapada.

Desde entonces, hasta los animales más grandes respetan al cocay. No vaya ser que te engañe con su luz.

Rezumen y párrafos del texto Leyendas mayas

Autor: Elsy Alonzo

Aficionada a la lectura y escritura en especial a temas de leyendas.

Fuentes de información

  1. www.dondeir.com

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